sábado, 24 de julio de 2010

acerca del eterno decir adiós

Los recuerdos se derrumban, se pierden, se olvidan. Olvido, serás don y maldición, los dos a un mismo tiempo de los corazones abatidos. De felicidad destellos por una vida entera de tragos amargos, un poco de miel no basta, antes las madrugadas solían bastar para sentirse mejor, ya no; quisiera perderme en la bruma matinal de la plancha del zócalo, viajar en metro tanto tiempo como sea posible así, invisible como me he sentido algún momento, de una maldita vez recuperar lo perdido, tener una ventana en mi casa y un piano viejo que haga juego con ella. Viaje corto, minúsculo, quien lo inició ayer tenía más de lo que puede presumir la persona que ha intentado concluirlo esta madrugada. Hoy tengo un mal presentimiento cuando en el trayecto lluvioso la voz de los momento bajos, murmura al oído la verdad que no quiero ver, que provoca esa humedad que va de la mirada a los labios, que sabe a mar. No volverá, esta vez no...