En los últimos meses, desde agosto del año pasado para ser exactos, tuve la sensación de no pertenecer a ningún sitio, me daba asco creer que era parte de un lugar donde el mundo al revés de Galeano se manifiesta a diario, me jodió y me jodió tanto haber sido obligada a renunciar a mi empleo que disfrutaba en verdad, pues tenía meses sin recibir mi salario como Dios manda, me desconcertó e indignó la conducta de las autoridades que pasan "desvelos" vigilando que se hagan valer los derechos de los trabajadores, su indiferencia y prepotencia frente a la angustia y desesperación de padres de familia, madres solteras; montones de personas que vi llegar durante los siete meses que duró mi proceso, que observé en las horas que esperé a pesar de tener cita, los vi rogar, desesperarse, los vi llorar y cuando llegó mi turno lloré también, por coraje, impotencia, decepción, por todo lo perdido, por todo lo robado, por los oidos sordos y, simplemente porque aunque juro que lo intenté,no pude contenerme.
Las desgracias no llegan solas y esta vez se dejaron venir con más fuerza, o tal vez el desgaste influyó para sentirlas más pesadas de lo habitual, lo cierto es que lo único que cambió diciembre fue llevarse la vida de un perro por la de un gato, y ahora sé que duele igual.
Parece que al fin sopla el viento a favor, hoy mismo llegamos a un acuerdo, acepté cobrar dos mil pesos menos de lo que me correspondía, por tonta, por cansancio, por necesidad, según se mire; pero para mí a pesar de todo es una victoria porque, aunque más de una vez como consejo o reproche me sugirieron renunciar a mi lucha, la necedad, la urgencia de seguir creyendo en algo, la dignidad me lo impidieron y simplemente porque no me daba la gana abandonar.
Lo que no mata fortalece, pero hay heridas con las que ya no se vive igual; alguna vez escuché decir a un luchador profesional que perder la máscara era como sufrir un paro cardiaco, una parte del corazón se muere; no sé si perdí la fe pero debió ser algo muy parecido, porque no puedo dejar de sentir una ausencia profunda, por ahora prefiero creer en lo que decía Galeano en la entrevista que me sugirió Rafa durante aquella larga conversación que nos tomó parte de la noche y madrugada; acerca de lo que se cree perdido, quizás esas cosas no se perdieron, se escondieron y nos están esperando.
Con gratitud y cariño a Gema, Isidro y Alfredo
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viernes, 5 de marzo de 2010
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